La era de los niños-cerdo

Siempre me ha fascinado la obsesión que tienen las abuelas por engordar a cualquier niño que se ponga a su alcance. Yo, por ejemplo, pasé casi todos los veranos de mi niñez asilvestrado en un pueblo de Salamanca. Gracias a que la comida típica de la zona no es precisamente light, y a que cualquier anciana te hacía merendar otra vez al verte pasar, casi acabo convertido en un niño-cerdo. Si bien es cierto que al crecer acabé siendo alguien tremendamente atlético y atractivo, no creo que llenar las venas de un pobre crío con grandes cantidades de colesterol sea bueno para su salud.

En fin, para los que no tuvieron la suerte o la desgracia de degustar generosos bocadillos de panceta, existía en 1808 el tónico Groves que "hace a los niños tan gordos como cerdos". Es verdad que eran tiempos en los que la comida podía escasear y un niño gordo era un niño bien alimentado, pero señoras, esos tiempos ya pasaron, dejen de cebarnos.

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